Los pies representan una de las partes del cuerpo que más sufre los efectos de las temperaturas extremas. Cuando hace frío se enfrían rápidamente, y ahora que el calor estival ya se ha empezado a asentar entre nosotros, sufrirán los efectos del calor y la humedad durante los meses de la canícula.
El pie soporta todo el peso del cuerpo durante una parte importante de la jornada laboral en aquellas personas que desempeñan sus labores erguidas, y cualquier lesión o molestia puede suponer un problema considerable, no sólo para la salud y seguridad del trabajador (que se lo pregunten al bueno de Aquiles), sino también para su capacidad de desempeñar su labor profesional.
Según datos del Ministerio de Trabajo, los accidentes profesionales en jornada laboral que provocan una lesión en las extremidades inferiores representan aproximadamente, de manera más o menos constante a lo largo de los años, el 29% del total de accidentes con baja laboral.
El 52,2% de estos accidentes en las extremidades inferiores, tuvieron como parte del cuerpo lesionada el tobillo, el pie o los dedos del pie, zonas del cuerpo que son susceptibles de ser protegidas de diversas formas por el calzado de uso profesional, y principalmente por el calzado de seguridad (EN ISO 20345:2011), calzado de protección (EN ISO 20346:2014) o el calzado de trabajo (EN ISO 20347:2012), según corresponda.
Pese a que las condiciones de salud y seguridad en el trabajo han experimentado una notable mejora a lo largo de las últimas décadas, ese porcentaje del 29% de accidentes que afectan a la zona del pie, presenta una sorprendente estabilidad a lo largo del tiempo. Esto nos lleva a pensar que existe un grado de mejora sustancial en las condiciones en las que se ofrece protección a los trabajadores en la zona del pie.
Papel del calzado de uso profesional en la prevención de riesgos
En el ámbito laboral, hay muchas vías de mejora, y muchos puntos sobre los que incidir. Hay también muchos riesgos presentes en el entorno a reducir y eliminar. Sin embargo, cuando se toman todas las medidas preventivas posibles, el riesgo residual, si supone una amenaza para la salud y seguridad de los trabajadores, sólo puede combatirse mediante el uso de un EPI.
Dependiendo del tipo y del nivel del riesgo presente en el entorno laboral, deberemos seleccionar el modelo de calzado de protección que se ajuste al tipo de riesgo (mecánico, químico, eléctrico, etc.) y al nivel que hayamos evaluado.
En la selección de cualquier EPI, siempre deberemos evitar caer en la subprotección de los trabajadores (lo que les dejaría expuestos al riesgo), pero también en la sobreprotección, ya que ello podría llevar asociado una serie de molestias que hiciesen casi impracticable el uso del EPI.
Un ejemplo de sobreprotección que suele encontrarse es el uso de un calzado de seguridad según EN ISO 20345, en una actividad en la que no existe riesgo alguno de caída de objetos sobre el pie ya que, en ocasiones, se selecciona un mismo tipo de calzado para toda la plantilla, independientemente de los riesgos presentes en su tarea específica.
La importancia de realizar una correcta selección del EPI
Una de las consecuencias de que un EPI no esté debidamente seleccionado es que no se utilice, o que no se utilice durante toda la exposición al riesgo.
En el caso del calzado, la importancia a la hora de cuidar el aspecto de la adaptación a las condiciones de la tarea y del trabajador resulta más patente que en otros tipos de EPI, si cabe.
Cuando una persona debe llevar calzado de uso profesional durante su jornada laboral y pasa por un auténtico calvario por la incomodidad que supone el calzado durante toda su jornada, es posible que acabe por decantarse por otro tipo de calzado que sí pueda llevar, aunque no le proporcione el nivel de protección adecuado. Es en este momento en el que el trabajador puede sufrir un accidente, y entrar en ese recalcitrante porcentaje del 29% de accidentes en las extremidades inferiores que veíamos antes.
El sector del calzado de uso profesional es un ejemplo de mercado en el que la selección del EPI se orienta, en gran medida, vía precio. Así, es habitual encontrarse de forma mayoritaria el típico calzado barato, incómodo, y que, en el mejor de los casos, cumple con la normativa, pero que es tan insufrible que el usuario acaba por no usarlo, poniéndose unas cómodas deportivas y quedando expuesto al riesgo.
Durante el verano, hay un grandísimo número de trabajadores que se expondrán a condiciones de temperatura y humedad elevadas. Por ello, en esta ocasión queremos hacer mención especial a los trabajadores del sector servicios, los cuales deben hacer uso de calzado de protección en [3] innumerables situaciones.
El sector servicios está compuesto por actividades tan diversas como el comercio, reparación y mantenimiento, hostelería, transporte y almacenamiento, educación, sanidad[4][5] , etc. En muchas de estas labores, existen riesgos que van más allá de la mera caída de objetos sobre el pie (en muchos de ellos, de hecho, este riesgo no es ni el más frecuente, ni el principal), presentándose otros muy significativos, como las caídas al mismo nivel por un resbalón.
Recordemos que, siempre que se presente un riesgo que no pueda ser eliminado por cualquier de las vías que contempla la Ley 31/1995 sobre prevención de riesgos laborales, deberá utilizarse un EPI, y este deberá ser conforme a las disposiciones del Reglamento (UE) 2016/425, no siendo de recibo la utilización de otro tipo de calzado que no sea EPI, por muchas propiedades que pueda declarar.
En prácticamente todos los trabajos del sector servicios, los trabajadores pasan buena parte de su jornada en pie. En trabajos de este estilo, durante el verano, queda mucho más patente la absoluta necesidad de tener en cuenta, a la hora de seleccionar un EPI, las condiciones de temperatura, humedad, carga física de la tarea o incompatibilidad con las condiciones físicas del usuario.
Durante esta época del año, los trabajadores que desarrollen la mayor parte de su jornada de pie y lleven un calzado que no permita una adecuada transpiración, o que sean lo más ligero posibles, pueden verse tentados a no usar el EPI, o a usarlo intermitentemente, ya que a nadie se le puede exigir que soporte un martirio innecesario durante toda su jornada laboral, todos los días de su vida profesional, o siquiera únicamente durante el verano.
La apuesta por la ergonomía y la innovación en materiales que hacen muchos fabricantes de forma cada vez más decidida, constituye una de las mejores opciones que tenemos a nuestra disposición para mejorar la protección de los pies y piernas de los trabajadores.
No debemos olvidar nunca que un calzado, que sea lo suficientemente ergonómico como para que un trabajador pueda llevarlo durante toda su jornada laboral, ofrecerá la protección prevista por el fabricante durante todo el tiempo que dure la exposición del trabajador al riesgo frente al que adecúa el EPI.