El Sol, su luz y su calor sustentan prácticamente toda la vida de nuestro planeta. Sin embargo, incluso en regiones subtropicales como las de nuestro país, las condiciones de temperatura y radiación UV que tienen que soportarse durante el verano (y cada vez más en los finales de la primavera y principios del otoño) puede constituir un factor de riesgo severo para todas aquellas personas que tengan que trabajar expuestas al sol y al calor propias de la canícula.
Sólo unos días antes de la publicación de esta entrada de blog, en España sufrimos un evento singular de altas temperaturas a mediados de mayo, cuando las personas que deben trabajar a la intemperie aún no han iniciado la jornada intensiva que les permite trabajar el menor tiempo posible en las horas centrales del día.
En esta entrada del blog pretendemos dar una visión general de los principales riesgos que supone el trabajo bajo la exposición del sol y del calor propios del verano, así como de los principales Equipos de Protección Individual (EPI) de que disponemos para protegernos frente a dichos riesgos, con el fin de ahondar en las soluciones que podemos encontrar entre los EPI de cara al periodo estival.
Identificación de riesgos
Toda acción en materia de prevención de riesgos laborales comienza por la identificación y evaluación de los riesgos presentes en el ámbito en el que se realizarán los trabajos.
Cuando hablamos de riesgos asociados al trabajo en las condiciones ambientales propias del verano, estamos hablando principalmente de calor y exposición a radiación ultravioleta.
A continuación ofrecemos algunos datos acerca de las particularidades de estos dos tipos de riesgos y el efecto que tienen sobre la salud de los trabajadores expuestos a ellos.
Exposición al calor
Nuestras funciones vitales son, básicamente, un conjunto de reacciones químicas que se autorregulan (casi siempre) enzimáticamente, y estas reacciones se desarrollan óptimamente en un rango relativamente estrecho de temperatura y que se sitúa en el entorno de los 37°C.
Aunque a veces una infección puede provocarnos fiebres con temperaturas de alrededor de 40ºC, cuando la temperatura interior del organismo supera los 40,6ºC, existe un riesgo serio para la salud y para la seguridad de las personas.
El organismo intenta mantener sus funciones vitales ante las temperaturas elevadas disipando el calor metabólico y para ello recurre a la evaporación de agua en la superficie de la piel principalmente. También se pierde calor por procesos de radiación infrarroja (sólo si la temperatura ambiente es inferior a la temperatura corporal) y convección (intercambio de calor entre la piel y el aire que la rodea, sólo se produce disipación del calor por convección si la temperatura del aire es inferior a la temperatura de la piel).
Para facilitar la disipación de calor, el organismo activa dos procesos principales: Vasodilatación periférica y sudoración.
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Vasodilatación periférica. Consiste en la dilatación de venas y capilares próximos a la piel con el fin de hacer más lenta la circulación por los capilares, de esta forma se facilita el intercambio de calor con el medio. Este mecanismo disipa calor mediante intercambio por radiación y convección, pero el mecanismo principal de disipación de calor es la transmisión de calor del núcleo del organismo a la periferia.
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Sudoración. Como decíamos, la sudoración disipa el calor corporal al absorber el calor necesario para que el agua pase de estado líquido a gaseoso.
La capacidad de disipar calor está influida por la diferencia de humedad entre la piel y el aire que lo rodea. Así una elevada humedad ambiental y el uso de prendas gruesas o impermeables limitan la pérdida de calor por evaporación.
Por otra parte, cuando se realiza un trabajo intenso y se produce una sudoración abundante, la pérdida de calor por evaporación puede también verse limitada por la capacidad del organismo para producir sudor (como máximo entre 1 y 2 L/h).
Efectos de la exposición al calor
Estos mecanismos, llevados al límite, pueden provocar efectos en el organismo debidos al desequilibrio hídrico y electrolítico, la insuficiencia circulatoria y cuando resultan ineficaces para mantener la temperatura, a la hipertermia. Algunos de ellos, como los calambres por calor, el agotamiento por calor y el golpe de calor tienen importancia clínica, siendo este último una amenaza que puede llegar a ser mortal.
Los trabajos que requieren de esfuerzos físicos considerables bajo condiciones de calor excesivo (sector de la construcción, agrícola, trabajadores de la jardinería, etc.) son los más susceptibles de presentar alguno de estos efectos.
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Síncope por calor. Pérdida momentánea del conocimiento como resultado de la reducción del riego sanguíneo en el cerebro. Las personas que sufren un síncope por calor suelen recuperar el conocimiento rápidamente una vez que se tumban. Remite al cabo de unas horas cuando el paciente se tumba en un lugar fresco.
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Calambres por calor. Calambres musculares que aparecen tras una intensa sudoración. Como consecuencia de esta pérdida de líquidos se produce un desequilibrio electrolítico. Se debe interrumpir la actividad, descansar en un lugar fresco y reponer los líquidos y electrolitos. La exposición al calor debe evitarse durante al menos 24 o 48 horas.
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Agotamiento por calor. Es el trastorno más común provocado por el calor. Es la consecuencia de una deshidratación severa que provoca un desequilibrio electrolítico y deficiencia circulatoria. Puede considerarse como un estadio incipiente del golpe de calor que, si no recibe tratamiento, puede progresar a éste último. Sus síntomas son: sed, cefalea, espasmos musculares, debilidad, fatiga, atontamiento, ansiedad, reducción de la excreción de orina, y temperaturas corporales de 39 °C o superiores. En estos casos se debe trasladar a la víctima a un lugar seco, tumbarle, reponer los líquidos perdidos y humedecer el cuerpo con toallas o paños húmedos.
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Golpe de calor. Es el efecto derivado del calor más grave y que, en caso de no ser tratado puede conducir a la muerte. Se caracteriza por una elevación de la temperatura corporal por encima de los 40,6 °C. Esta hipertermia provoca lesiones en los tejidos y un fallo del sistema nervioso central (afectando al mecanismo de termorregulación, agravando aún más el problema).
Reconocer los síntomas del golpe de calor es fundamental para tomar cuanto antes las medidas que puedan evitar daños graves en la salud. El golpe de calor se caracteriza por:
- Temperatura corporal por encima de los 40,6 °C
- Taquicardia
- Respiración rápida
- Cefalea
- Náuseas y vómitos.
- Piel seca y caliente
- Ausencia de sudoración
- Confusión
- Convulsiones
- Pérdida de consciencia y pupilas dilatadas
En estos casos, se debe pedir asistencia sanitaria inmediata y seguir al pie de la letra sus indicaciones. Además debería colocarse a la persona accidentada en un lugar fresco y aireado, retirar las prendas innecesarias, refrescar la piel (aplicar compresas de agua fría en la cabeza y empapar con agua fresca el resto del cuerpo), colocar algún objeto blando (ropa, almohada, cojín, etc.)
Exposición a radiación solar
La radiación solar es un conjunto de radiaciones compuesto por: radiación visible, radiación infrarroja (responsable del calor asociado a la radiación solar) y la radiación ultravioleta (UV).
De entre ellas, y habiendo hablado ya sobradamente acerca de los efectos derivados de la radiación infrarroja procedente del Sol, la más peligrosa es la radiación UV (la exposición laboral a la radiación visible e IR rara vez entraña riesgos).
La exposición a radiación UV tiene efectos para la salud a nivel de la piel y los ojos principalmente.
La exposición cutánea presenta los siguientes efectos para la salud de la piel, de entre los cuales destacaremos:
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Eritema actínico (quemadura solar).
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Fotoenvejecimiento. En el largo plazo.
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Fotocarcinogénesis. El cáncer de piel es la forma más frecuente de cáncer en todo el mundo, su incidencia se dobla cada 15-20 años.
En el caso de la exposición ocular, los efectos sobre el ojo se han descrito a distintos niveles:
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Efectos sobre la córnea. La exposición a radiación UV sobre la córnea provoca queratitis (fotofobia y una sensación de tener arenilla dentro de los ojos).
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Efectos sobre la conjuntiva. Los efectos sobre la conjuntiva suelen: pterigion (membrana vascularizada que invade la cornea y progresa hacia la pupila), o una pingüecula (engrosamiento de color amarillento, simulando un glóbulo de grasa que se ubica cerca del limbo corneal).
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Efectos sobre el cristalino. El efecto más común de la exposición ocular a radiación UV es el desarrollo de cataratas, consistente en la opacificación de esta parte del ojo.
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Efectos sobre la retina. En casos de exposición extrema, pueden darse episodios de «quemadura» de los fotorreceptores de la retina.
Medios de prevención
Como hemos visto, la exposición laboral a los agentes característicos del verano puede entrañar una seria amenaza para la salud y seguridad de los trabajadores.
A continuación pasaremos a enumerar algunas medidas de protección con especial énfasis en los tipos de EPI que pueden ayudar a prevenir los efectos descritos anteriormente.
EPI para prevenir los efectos derivados del calor
Las medidas preventivas destinadas a la prevención de los efectos derivados del calor deberán ir destinadas a mantener activos los mecanismos de disipación de calor corporal.
Ante la falta de equipos específicos para proteger frente al calor estival (las prendas de protección contra el calor, como la EN ISO 11612:2008, no estando pensadas para proteger frente al calor estival), debemos seleccionar siempre equipos que faciliten la disipación del calor por sudoración.
En el caso de prendas, deberán ser tan amplias, ligeras y con valores de resistencia al vapor de agua (un parámetro objetivo que sí que puede ser medido y que puede facilitarnos la selección del EPI) tan bajos como sea posible, de forma que no se dificulten los mecanismos de refrigeración del organismo.
En el caso de guantes y calzado también seleccionaremos los EPI que presenten valores de resistencia al vapor de agua tan bajos como sea posible.
Además de ello, existen medidas a las que se debe prestar la debida atención, como por ejemplo:
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Evitar o limitar el esfuerzo físico durante las horas más calurosas del día.
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Poner a disposición de los trabajadores fuentes de agua potable próximas.
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Evitar beber alcohol o bebidas con cafeína, ya que deshidratan el cuerpo y aumenta el riesgo de sufrir enfermedades debidas al calor.
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Organizar ciclos de trabajo- descanso. En este sentido, es preferible realizar ciclos breves y frecuentes de trabajo-descanso que períodos largos de trabajo y descanso.
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Dormir las horas suficientes y seguir una buena nutrición son importantes para mantener un alto nivel de tolerancia al calor.
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Proteger la cabeza con casco, gorras o sombreros, según sea el trabajo realizado.
EPI para prevenir la radiación UV
Como hemos visto, la acción de la radiación UV procedente del sol se centra en la piel y en los ojos. Las medidas de prevención a aplicar que se deben tomar en consideración son:
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Sobre la piel. El uso de prendas de manga larga y pernera larga, así como el uso de gorras y sombreros, minimizarán la superficie de piel expuesta al sol.
En cuanto a la normativa aplicable a las prendas destinadas a proteger frente a la radiación UV solar, en Europa disponemos de la EN 13758 (partes 1 y 2), las cuales definen un método de ensayo destinado a evaluar las propiedades de protección del tejido frente a la radiación UV solar, y los requisitos de clasificación y de marcado de las prendas, respectivamente.
Además de las prendas, el Anexo I del Real Decreto 773/1997 contempla las cremas y pomadas de protección como un elemento de protección de la piel. Paradójicamente, el uso de cremas fotoprotectoras de uso laboral está escasamente extendido en un país como el nuestro.
Al ser estos fotoprotectores un producto cosmético-dermatológico, están sujetos a la regulación del Reglamento (CE) No 1223/2009 del Parlamento Europeo y del Consejo sobre los productos cosméticos. En la utilización de estos productos, su eficacia depende de su correcta aplicación y reaplicación. En general, la cantidad a aplicar recomendada es de 2mg/cm2 sobre la piel.
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Sobre los ojos. Para la protección de los ojos de la radiación solar, podemos optar por gafas de sol de uso general, conformes a la norma EN ISO 12312-1:2013, la cual define cinco niveles de protección asociados a cinco grados de transmitancia máxima a radiación UV, radiación visible y radiación infrarroja. También disponemos de protectores oculares con filtros UV incorporados conformes a la norma EN 172:1994 (y sus enmiendas de 2000 y 2001).
La norma EN 172:1994 define requisitos de robustez más exigentes que la EN ISO 12312-1, y un mayor rango de grados de protección.
Conclusiones
El trabajo bajo las condiciones de calor y radiación UV asociadas al verano puede conllevar consecuencias que ponen en serio peligro la salud y la seguridad de los trabajadores, sobre todo de aquellos sectores en los que se realicen esfuerzos físicos considerables.
El uso de medidas de prevención generales, como la organización del trabajo fuera de las horas de mayor calor y exposición UV, la correcta hidratación y el establecimiento de los periodos de descanso oportunos, en conjunción con la selección y uso adecuados de los EPI permite la realización de este tipo de trabajos en condiciones de seguridad.
Además de ello, la formación e información de los trabajadores, ya no sólo en el correcto uso de los EPI, sino también en el reconocimiento de los síntomas y procedimientos de actuación en caso de que se materialicen los riesgos derivados de la exposición al calor y a la radiación UV, son fundamentales a la hora de garantizar la seguridad de los trabajadores.