Según la ONU, aproximadamente el 55 % de la población mundial se concentra en ciudades de diverso tamaño. De todos es sabido que uno de los grandes problemas a los que se enfrentan los habitantes de dichas ciudades, es la calidad el aire que respiran. Actualmente hay una evidencia sobrada que demuestra, de forma contundente, que la polución perjudica seriamente la salud. Ante esta situación, muchas personas están optando por tomar sus propias medidas para minimizar el daño que la contaminación atmosférica ejerce sobre su salud, como por ejemplo mediante el uso de una mascarilla filtrante. Al principio eran sólo unos pocos ciclistas los que se colocaban sobre la nariz y la boca “mascarillas antipolución” a fin de tragarse un poco menos del nocivo elixir que sale de los tubos de escape y otras fuentes de contaminación de las ciudades. Con el paso del tiempo, y con la generalización del uso de la bicicleta en el ámbito urbano, estas mascarillas son cada vez más visibles, no sólo en ciclistas urbanos, sino también entre algunas personas que practican deporte en los parques y jardines de las ciudades, y hasta incluso entre algunos transeúntes. La popularidad en el uso de estos equipos se ha incrementado tanto, que muchas marcas han hecho de este elemento de protección, casi un accesorio de moda más. En esta entrada del blog intentaremos clarificar brevemente las condiciones que deben reunir estos nuevos accesorios urbanos con el fin de que constituyan un elemento de protección mínimamente fiable.
¿Qué son las mascarillas antipolución y de qué protegen?
Estas mascarillas antipolución son la respuesta de muchas empresas ante la preocupación creciente del público en general a los niveles alarmantes de contaminación atmosférica que se alcanza en determinadas ciudades. Ofrecen una alternativa a las mascarillas autofiltrantes que se utilizan en el ámbito industrial, y que pretenden aportar un toque de diseño que, incluso permita incorporar estos equipos a nuestros looks diarios. El precio en el que oscilan estas mascarillas antipolución oscila entre los 10 o 15 euros (por unidad) de los modelos más accesibles a los 100 euros o más a los que ofrecen los modelos más costosos.
Pese a que se ofrecen bajo la denominación de “mascarillas antipolución” o términos similares, es preciso puntualizar que la protección que ofrecen se limita a la eliminación de las partículas en suspensión (aerosoles, humos, polvos, etc.), no ofreciendo protección frente a lo gases nocivos como el dióxido de nitrógeno, ozono o el dióxido de carbono. Por lo tanto, cualquier usuario de estas mascarillas debe tener siempre con cuenta que sólo estará protegido frente a una de las componentes de la polución: las sustancias que se encuentren en suspensión en el aire; quedando desprotegido frente a la componente gaseosa de la contaminación.
Hasta aquí, a nadie lo habrá podido pasar desapercibido que estamos hablando continuamente de protección, a fin de cuentas, estas mascarillas son comercializadas y adquiridas para ofrecer protección frente a un riesgo muy determinado que amenaza la salud de la persona que va a ponérsela; lo cual, lo convierte automáticamente en un Equipo de Protección Individual (EPI), que debe cumplir obligatoriamente todos los requisitos del Reglamento (UE) 2016/425 para poder ser comercializado en el mercado de la Unión Europea. Pese a que hay muchas personas que opinan que este Reglamento sólo aplica a los EPI que vayan a ser comercializados en el ámbito profesional, el Reglamento aplica (salvo algunas excepciones muy puntuales) tanto al ámbito privado, como profesional. Así, por tanto, a la hora de adquirir estos equipos debemos fijarnos en una serie de elementos, que veremos más adelante, para asegurarnos que han sido comercializadas correctamente
¿Son realmente eficaces a la hora de proteger contra la contaminación atmosférica?
Hasta no hace mucho tiempo, no había ningún estudio científico que evaluase la efectividad de estas mascarillas. Pero en 2019, un estudio llevado a cabo por científicos del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA) del CSIC, evaluó el comportamiento de una muestra de siete mascarillas antipolución distintas utilizando distintos flujos de aire para intentar simular las condiciones en las que se utilizan estos dispositivos.
Los resultados del estudio ponen de manifiesto que estas mascarillas pueden ofrecer una protección parcial frente a las partículas (recordemos, no son eficaces contra gases) dañinas para la salud. Así, las partículas de diámetro menor a 2,5 micrómetros, se veían reducidas en un 48% en el promedio de la muestra (con variaciones que oscilan entre el 14% de reducción y el 96%); la concentración de carbono negro (sospechoso de ser dañino para el sistema cardiovascular), se reducía en un 19% en promedio (una vez más, la variación de la muestra va desde el 6% de reducción de uno de los modelos, al 61 % de la muestra que mayor reducción obtuvo). otros parámetros evaluados, como la concentración del número de partículas o la superficie de depósito pulmonar, se veían reducidas en un 19% y un 22%, respectivamente y en promedio.
Como cualquier equipo de protección respiratoria (EPR), su efectividad se basa en el grado de hermeticidad que haya en la unión EPR-rostro. Así, factores como una colocación o uso inapropiado la forma del rostro, presencia de barba o sudoración harán que el sellado del EPR se va perjudicado, permitiendo la entrada de contaminantes, ya no a través del filtro, sino a través de los bordes de la propia mascarilla.
Además, no debe olvidarse que estas mascarillas son utilizadas principalmente por personas que están realizando una actividad deportiva más o menos intensas. A mayor intensidad del ejercicio, mayor demanda de aire requerirá el usuario. La fuerza aspiradora creciente de los pulmones, ansiosos por obtener el oxígeno que permita sustentar al cuerpo, provocará que durante la inspiración se produzca una presión negativa en el interior de la mascarilla, facilitando así la entrada de aire a través de la unión mascarilla-rostro. Aunque el estudio al que hacíamos referencia no lo menciona, este factor puede ser uno de los motivos por los que las mascarillas antipolución evaluadas mostraban peor comportamiento frente a las partículas más finas (menores de 2,5 micras, las cuales son atrapadas más eficazmente por el filtro que compone las mascarillas).
Por todo ello, y como en cualquier otro EPI, es absolutamente fundamental que las mascarillas se usen siguiendo las indicaciones del fabricante, el cual debe detallar en su folleto informativo (de entrega obligatoria junto con la mascarilla antipolución) la forma correcta de colocarse la mascarilla para así asegurar el ajuste perfecto. También debe detallar la forma correcta de limpieza, desinfección y cualquier otro tipo de procedimiento que garantice la protección declarada por el fabricante a lo largo de toda la vida útil del producto.
¿Qué información básica debo conocer para elegir bien?
Las mascarillas antipolución pretenden ser una alternativa de diseño a las mascarillas de material no tejido que se utilizan habitualmente en el sector industrial para ofrecer protección frente a los contaminantes sólidos. Sin embargo, bajo ningún concepto este extra de diseño debe menoscabar la protección ofrecida por la mascarilla. Recordemos que se trata de un EPI y que, por lo tanto, debe ofrecer un mínimo de seguridad equiparable al de las mascarillas que se utilizan en el ámbito profesional.
Ya que la normativa aplicable a EPI es compleja, intentaremos dar unas pautas sencillas que nos faciliten acceder a un producto de este tipo que nos ofrezca un nivel de seguridad adecuado, equiparable al de las mascarillas autofiltrantes de uso industrial certificadas según la norma EN 149.
- Marcado CE. Es el primer elemento que debemos buscar en cualquier mascarilla antipolución que consideremos adquirir. Representa que se han satisfecho los requisitos esenciales de salud y seguridad del Reglamento (UE) 2016/425. Este elemento es condición si ne qua non para acceder a un producto que cumpla con los requisitos mínimos de comercialización que deben cumplirse en la UE, y un elemento al cual el usuario debe prestar un especial interés. En una breve búsqueda por internet, hemos podido comprobar que, en muchos casos, las páginas web de distintos fabricantes hacen referencia a otras certificaciones distintas a la que da lugar al marcado CE, por lo que, si adquirimos el producto a través de internet, puede resultar de utilidad el consultar previamente si la mascarilla dispone del macado CE.
- Norma de ensayo. En la UE la norma EN 149 detalla los requisitos de protección para las mascarillas autofiltrantes. Cuando la mascarilla se somete a los ensayos detallados en esta norma, se asume que cumple con los requisitos del Reglamento (UE) 2016/425. Esta norma clasifica las mascarillas por su eficacia filtrante en tres niveles: FFP1, FFP2 y FFP3, donde la eficacia filtrante va desde el 78% de las FFP1 al 98 % de las FFP3. En nuestra compra, deberemos buscar la referencia de la norma EN 149 así como el código correspondiente del nivel de prestación.
- Documentación. Como decíamos anteriormente, todo EPI debe entregarse con un folleto informativo en el que el fabricante detalle cómo debe utilizarse y mantenerse el EPI. Sin este documento esencial, no podremos hacer un uso seguro del equipo, por lo que no deberían adquirirse mascarillas antipolución que se entreguen sin el folleto informativo obligatorio.
Pese a que estemos hablando de un accesorio que pretende ser casi un elemento de moda, no debemos olvidar que se trata en esencia de un EPI, el cual está destinado a ofrecer una protección específica. Por lo tanto, debemos ser sumamente exigentes con los requisitos a cumplir por las mascarillas antipolución si no queremos que nuestra salud se vea resentida.